Es mi costumbre irme a la iglesia una media hora antes de la misa, siempre que puedo. A veces para leer las lecturas, otras para meditar y otras tantas para descansar.
Hoy llegué a la misma hora con la idea de relajarme. Estuve un rato caminando. Faltando quince minutos, me senté. Unos minutos más tardes, llegó un tropel de gente. WHAT!!! !Qué rayos es esto!
Todos hablando en voz alta. Era obvio que eran turistas y que querían conocer la Iglesia más Antigua de la Diócesis. Me dieron ganas de levantarme e irme; quedarme sin misa.
Quería silencio. Quería mi grupo de gente, la que va todos los días. Quería tranquilidad.
Hmm.
Me tiraron una curva. Me forzaron salir de mi comodidad. Me dio coraje.
Salir de lo conocido, de la comodidad; adaptarme a lo inesperado. ¡Qué difícil me resulta! Solo le pido a mi Dios que ayude a aceptar lo que la vida me va presentado como una oportunidad a acercarme mas a El y a mis hermanos y hermanas.
De camino se me ocurría pensar que a los ninivitas Dios le cambió el rumbo. Ellos fueron capaces de aceptar el reto y de seguir adelante con lo que el Señor le pedía.
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