A uno le tocó simplemente cederle su espacio al que había llegado y se tuvo que ir a otro cable.
Cambiar el lugar y dejarle espacio a los nuevos es un poco lo que hacemos cuando llega alguien a la congregación, a la comunidad, al noviciado. Tenemos que abrir espacio y dejarlos acomodarse. A veces no nos resulta muy fácil. Pero qué bonito cuando nos vamos adaptando a la nueva realidad y le damos la bienvenida a la nueva oportunidad.
Salirse del espacio y moverse para dar lugar a otro. Ideas, retos, tareas, trabajos y reestructuración, y tantas otras cosas. A veces difíciles pero todas llenas de grandes promesas. Solamente nos toca confiar y movernos de ese lugar donde estábamos.
El día que el ángel le dijo a María que daría a luz al Hijo de Dios, tuvo que mudarse de su lugar, de su pensamiento, de su seguridad. Fue así que le dio espacio a nuestro Salvador.
Ay Diosito mío.
Sé que a todas y a todos nos das la fuerza para saber ser fiel a lo que nos vas
presentando día por día.
Este ejemplo también lo comenta el Papa Francisco en su encíclica Lumen Fideis. El nos pide especialmente a los conventos "vacíos " que abran las puertas a los pobres y necesitados. Esto requiere cambios y ajustes en la comunidad.
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