El Papa Francisco recibió con mucho gusto a los más de mil participantes en el Congreso internacional para formadores a la vida consagrada que se celebró en Roma a partir del 8 de abril sobre el tema “Vivir en Cristo según la forma de vida del Evangelio”.
En su audiencia del sábado de la Octava de Pascua, el Santo Padre agradeció ante todo al Cardenal Braz de Aviz – Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica – las palabras que le había dirigido en nombre de los presentes. El Obispo de Roma también agradeció al Secretario y demás colaboradores de este Dicasterio que prepararon el primer Congreso de este nivel que se celebra en la Iglesia, precisamente en el Año dedicado a la Vida.
Tras afirmar que deseaba celebrar este encuentro por lo que son y representan, en cuanto educadores y formadores, y porque detrás de cada uno se entrevén los jóvenes protagonistas de un presente vivido con pasión, así como de promotores de un futuro animado por la esperanza, el Papa Bergoglio dirigió a esos jóvenes un pensamiento afectuoso.
Y añadió que al verlos tan numerosos ¡no se diría que exista una crisis vocacional! Si bien destacó que, en realidad, hay una indudable disminución cuantitativa, lo que, en definitiva, hace aún más urgente la tarea de la formación. Una formación – dijo el Santo Padre – que plasme verdaderamente en el corazón de los jóvenes el corazón de Jesús, a fin de que tengan sus mismos sentimientos.
Francisco también les dijo que está convencido de que no hay crisis vocacional donde hay consagrados capaces de transmitir, con su propio testimonio, la belleza de la consagración. De ahí que haya reafirmado a los queridos formadores que están llamados a esto, que es su ministerio y misión. Porque no son sólo “maestros”, sino sobre todo, testigos del seguimiento de Cristoen su propio carisma. De donde deriva – añadió – la exigencia de estar siempre atentos a la propia formación personal, a partir de la amistad fuerte con el único Maestro”.
Una de las cualidades del formador – destacó el Pontífice – es la de tener un corazón grande para los jóvenes, para formar en ellos corazones grandes, capaces de acoger a todos, corazones ricos de misericordia y llenos de ternura. Además explicó que la formación inicial es sólo el primer paso de un proceso destinado a durar toda la vida, mientras el joven debe ser formado en la libertad humilde e inteligente de dejarse educar por parte de Dios Padre cada día de su vida, independientemente de su edad, tanto en la misión como en la fraternidad; en la acción como en la contemplación.
El Papa Francisco agradeció a los formadores y a las formadoras su servicio humilde y discreto, en una misión en la que no se puede ahorrar tiempo ni energías. Les pidió que no se desanimen cuando los resultados no correspondan a sus expectativas y les dijo que si a veces tienen la sensación de que su trabajo no es suficientemente apreciado, debe saber que Jesús los sigue con amor, a la vez que cuentan con el agradecimiento de toda la Iglesia.
El Santo Padre se despidió deseándoles que vivan con alegría, y en la gratitud este ministerio, con la certeza de que no hay nada más bello en la vida que pertenecer para siempre y con todo el corazón a Dios, y dar la vida al servicio de los hermanos.
Y antes de bendecirlos de corazón, Francisco concluyó pidiéndoles, por favor, que recen por él.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
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