Llegué a la
Misa Crismal un poco insegura de si quería estar allí. Me puse a observar las
cosas, las gentes, los detalles, los estudiantes, los curas, en fin… todo.
Esta señora
en la foto estuvo caminando por allí. De momento me doy cuenta que no esté el
director de música. Seguido, la veo a ella cerca del podio. Hmm. “Ella no puede
ser la directora. Demasiado sencilla.” Estaba intrigada.Se sube a lugar del director. Saca el libro para la liturgia. Lo muestra a la gente. Con el libro en alto pasa la página y se sonríe.
¡Wow! Me quedé boba. ¿Por qué? Por el simple hecho de que sin decir ni una palabra, ella dominó el ambiente de la Catedral. ¡Qué seguridad!
Claro está, me di un golpe por la cabeza por estar juzgando de acuerdo a las apariencias.
Resulta ser que hoy en la primera lectura, algo me hizo recordar este hecho. “¿Quién medito en su destino?, dice una traducción. Yo lo interpreto, ¿no es este el Hijo de José, el carpintero? A nadie se le hubiese ocurrido que este llevado al matadero iba a traernos vida eterna…
Las apariencias, ¡cuánto nos engañan!
Les aseguro que la música de la Misa Crismal fue angelical. Me llevó a lugares desconocidos. Una suavidad, una dulzura, una profundidad.
Pues será pedirle al Señor que me ayude a no dejarme llevar por las apariencias. Tremenda tarea.
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