Hola,
Cuando
escuché el Evangelio de hoy “nos dio el poder para curar enfermedades” me quedé
un poco en el aire. ¿Por qué?
¿Puedo
yo curar enfermedades? ¿Puedo yo confiar lo suficiente en el Señor como para
decirle a la enfermedad, “En nombre de Cristo, deja a esta persona” “Queda
limpia”? ¿Se cura el enfermo porque yo creo? ¿Porque él cree? ¿Porque creemos? ¿Depende
la sanación de la persona de mi fe, de su fe, de nuestra fe? ¿Se sana porque creí
lo suficiente como para dejarlo en mano del Señor sabiendo que cuando lo vea justo y necesario
lo curará?
En unos
de los retiros que tuve en Filipinas, el sacerdote, comboniano, hablaba de esto.
Se nos ha dado el poder de sanación. “Tenemos que creerlo”. Hoy lo he
recordado. Al igual que aquel día en que lo escuché por primera vez, si la sanación
de otra persona depende de mí, apaga la
vela y vámonos.
Si me
ha llamado mucho la atención esta lectura, es por mi sobrino Carlos. Le
encontraron un tumor en el cerebelo. Gracias a Dios lo pudieron extraer. El
tratamiento ha sido fuerte. Las primeras semanas, él estuvo fuerte. Va
decayendo su espíritu, lo cual es normal.
Desde
el primer día en que me enteré de su enfermedad, le he pedido incesantemente al
Señor que lo sane, que le quite esta enfermedad para que pueda continuar
disfrutando de la vida.
Después
de todo, me toca confiar, como los hermanos de José en la primera lectura, en
que el Señor tiene un plan mucho más grande del que yo tengo en mi mente.
Me toca
responder al llamado al igual que lo hicieron los primeros apóstoles en el Evangelio
y los hermanos de José en la primera lectura. Eso es lo esencial.
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