La señora
en la foto va a misa todos los días. Se sienta. Fija su mirada hacia el frente
y se queda tan tranquila. Mueve sus labios sin emitir ningún sonido. Interesante.
Hoy la miraba
y pensaba en la Religiosidad Popular. Al mirarla rezar pensaba si lo que rezaba
era algo que había aprendido en la niñez. Oraciones que decía con su familia,
con su gente. Me preguntaba si lo hacía ya automáticamente, algo que le sale
del corazón, de la memoria: no tiene que pensarlo sino que lo hace de manera
normal, espontánea.
No será
que, como dice el Papa, tendríamos que dedicarle más tiempo a entender la
religiosidad, cómo la usamos, cómo nos ayuda, cómo la podemos usar en nuestro
ministerio, cómo purificarla.
Al mirar a
la señora me daba cuenta que fue ese comienzo el que le dio la base para poder
tener una relación más profunda con el Señor hoy en día. A mí me invita a creer
en esos comienzos sencillos, llenos de oraciones repetitivas, con muchos
gestos. En esos gestos pequeños y sencillos se encuentra Dios. Son esos gestos
los que más tardes nos mantienen vivos y fieles.
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