Es aquí donde me resultó interesante el día. El padre les explicó lo que se estaba haciendo, todo lo que se usaba en ese momento. Lindo. Los niños, desde 4 hasta los 14 anos, todos estaban atentos a lo que estaba pasando. Ocho minutos de total silencio. Ah! Qué bonito!
Bendición. Canto final. Cada uno para su salón. Ya se pueden imaginar. Conversación por todo lo alto. Estaban todos felices.
Se me ocurrió ponerme en el micrófono y cantarles “Walk, walk in the Light”
Increíble. El murmullo baja completamente y se oye el resonar de su canto. Todos los niños cantaron. Y cantaron con gran entusiasmo. Mientras caminaban hacia su salón, cantaban.
Allá en el fondo (entrada de la iglesia) se veía a un joven de 8vo grado bailando mientras cantaba. Que belleza! I just loved it! Ya al final, los que quedaban se pudieron a dar palmas mientras cantaban.
El poder de una canción. Pero más bien, el poder de una canción que les ha dicho algo en su vida. El poder de una canción que los lleva a dejar todo lo demás para dedicarse a ella.
Mientras tanto, los abuelos observaban y disfrutaban.
Ya después los
abuelos fueron a compartir un desayuno y a visitar los salones de sus nietos.
Gracias, Señor por
la música, por todas aquellas canciones que llenan nuestro ser, que nos llevan
mas allá de nuestro presente.
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